Smarthphonómano: Historia de una adicción

Hola, mi nombre es Jorge, tengo 28 años y soy adicto a mi Smarthphone.  

Creo que es bueno partir esto con un saludo (como corresponde) y admitiendo algo que me costó un buen tiempo hacer: Soy un adicto.

Para muchos, esta situación significaría el apoyo de todo el grupo, abrazos varios y terminar en alguna salita con mi nombre pegado en un etiqueta (al menos si viviera dentro de una película), pero en este caso particular serían solamente unas risas de parte de los amigos y quizás una que otra palmadita en la espalda. ¿Porqué se preguntaran? Creo que es debido a que es más común de lo que piensan  y quizás crean que nadie realmente lo pueda llegar a ser.

¿Cómo comenzó todo?

Creo que, como buen grupo de apoyo que son, sería bueno partir por el inicio.  Recuerdo desde pequeño haber tenido interacción con la tecnología, era algo que realmente disfrutaba y cada cosa nueva que salía era increíble poder tenerla, en especial los videojuegos de los cuales disfruto mucho.

Hasta este punto íbamos bien, hasta que a fines del año 2010 recibí mi primer Smarthphone, un flamante LG Optimus One (LG P500) con cual por primera vez en mi vida podía estar conectado donde fuese que fuera. Antes de este había tenido un Nokia, (el modelo no lo recuerdo) era rojo no negro y tenía la capacidad de conectarse a Wi-Fi pero al estar limitado a poder ocuparlo solo dentro de un hogar (en esos años eran pocos los locales o cafeterías que contaban con conectividad a internet inalámbrica) rara vez me metía a redes sociales y prefería el Notebook ampliamente.

El responsable de todo

Pero tener este equipo en mis manos marcó realmente para mi un antes y un después en cuanto a lo que un celular se refería: Ya no solo servía para llamar y enviar SMS, sino que ahora podía tomar fotografías y subirlas a Twitter, actualizar mis estados de Facebook, ver videos de Youtube, jugar con otros amigos mientras esperaba a alguien, ocupar Foursquare para compartir donde estaba con todo el mundo… y así sucesivamente un sin fin de aplicaciones que empezaban a crearse sin control con el mundo.

Las cosas para mi eran realmente increíbles, pero para mis amigos (y pareja) no tanto. Solía ocupar demasiado el celular en comparación a ell@s, por lo que constantemente me decían que lo guardara o que “ya estaba con esa cosita en las manos” a lo que yo con humor solo me reía y lo guardaba para volverlo a utilizarlo a los minutos después.

Primer Síntoma

El tiempo siguió su curso y las cosas no cambiaron mucho hasta que un hecho ocurrido el año 2013 vino a hacerme notar algo de lo que les cuento ahora: Mi hermano mayor me invitó junto a su señora y suegros a un viaje a la montaña a una casa de veraneo que ellos tienen allá, a la cual de muy buena gana yo acepté (un fin de semana en la cordillera no es malo para nadie) pero con una advertencia que me realizaron: “Allá no hay señal”.

Para mis adentros pensé que no estaría preocupado para nada de eso pero cuando ya en el vehículo estábamos prontos a llegar y realmente vi que mis amadas rayitas verdes de señal en el equipo se transformaban en una gran X roja comencé a asustarme un poco. Al poco rato de llegar y hacer una fotografías intenté subirlas a internet solo para recordar que no había forma de que pudiera hacer eso en aquel momento.

Nada de Facebook, Twitter, Instagram, Foursquare ni ningún tipo de interacción social que no fuese el hablar cara a cara con quienes me encontraba ahí: No saben lo aterrador que se volvió eso por algunos minutos. Respiré hondo y me dije: “Ok, eso en este momento no sirve para nada así que lo vas a apagar y dejarás cargando” Y eso fue precisamente lo que hice… durante 5 minutos. En ese momento me invitaron a recorrer un sendero que subía un cerro contiguo a la casa y pensé “Esta es mi oportunidad, lo más probable es que arriba tenga señal”

Volví a encender mi equipo y abrí una aplicación llamada WikiLoc para dejar registrado los senderos que recorres y que podía funcionar solo con GPS (que por suerte si había señal de eso al no estar dentro de una cueva). En todo el recorrido probé sin suerte tratar de conectarme, estando estúpidamente más pendiente de la pequeña pantalla que tenía en frente en vez del hermoso paisaje que me rodeaba.

Preocupado de mi celular y no de esto

Al regresar y apagar nuevamente mi celular para dejarlo cargando, noté que me sentía extraño al no poder compartir nada sobre el maravilloso lugar donde me encontraba por las redes sociales, de verdad me comencé a angustiar un poco, esa creo fue mi primera señal de alerta en todo esto.

Cuando regresamos a los dos días y pensar que la tontera se me había pasado al sentirme mucho más relajado, lo primero que hice apenas los neumáticos del vehículos salieron del camino de tierra y tocaron el pavimento fue encender mi celular para buscar señal y al comenzar a recibir todas las notificaciones, lo que realmente fue un alivio… un verdadero alivio. Tenía WhatsApp otra vez, Facebook, Twitter y a todos mis “amigos digitales” de vuelta, no estaba más solo… y toda la hermosa montaña y sus bosques habían quedado atrás y esa pequeña señal de alerta también se había ido, lamentablemente.

La gota que derramó el vaso

El tiempo nuevamente siguió su curso sin muchas variaciones de lo que anteriormente les había contado pero… ¿Cuando realmente me dí cuenta de que algo andaba mal conmigo? Solo hace algunas semanas. Mi amado Optimus G (si, habíamos subido un poco de nivel con los equipos) acaba de cumplir un año hace poco y como de costumbre lo dejé sobre un mueble del baño antes de ducharme. El problema es que bajo él, en el suelo, había un recipiente para que mis variados gatos beban agua. Y al querer revisar una notificación saliendo de la ducha la tragedia ocurrió… celular al agua.

No debe haber pasado ni siquiera un segunda dentro del recipiente (creo que tus reflejos si actúan realmente rápido cuando debes salvar algo que te importa mucho) pero mi horror fue total. De inmediato lo apagué, le saqué la funda protectora y lo llené de papel absorbente por todos lados.

Sabía que debía actuar rápido y meterlo en arroz cuanto antes (esto ya me había salvado en otra oportunidad con el teléfono de mi padre así que sabía que era mi mejor esperanza) y no prenderlo por ningún motivo pero a los pocos segundos recordé que debía juntarme con mi novia y no habíamos quedado de acuerdo en el punto de encuentro. No recordaba su celular de memoria (si, siempre ocupo el discado rápido) así que mi única posibilidad era volverlo a encender.

Cual fue mi pánico al hacer esto y ver en la pantalla que el símbolo de los audífonos marcaba como “conectado” sin tener nada en el conector. Traté de enviar el mensaje lo más rápido posible explicando la situación agradeciendo mis dedos rápidos con años de práctica, pero el símbolo no desaparecía y el sonido que probé para corroborar mi temor, efectivamente no sonaba en absoluto. Apagué el equipo maldiciendo mi suerte y fui en búsqueda de una bolsa de arroz para dejarlo ahí dentro por el resto del día.

El salvador

Fue una tarde extraña: Mi novia estaba realmente feliz de que toda la atención fuera para absolutamente para ella y yo metía mi mano izquierda en el bolsillo del pantalón continuamente en busca de un fantasma que sentía me hacía falta. Cuando al cabo de unas horas me empecé a angustiar por no andar con mi teléfono móvil y verdaderamente no sentirme bien sin él fue la primera vez que lo comenté: “Creo que soy adicto a esta cosa”.

Me tocaba los bolsillos, golpeaba mi pierna, me mordía los labios…¡¿Todo por no tener esa maldita cosa rectangular en mi bolsillo?! Realmente no podía creerlo. Traté de pensar en un inicio que era por no saber si mi equipo estaba bien o no, pero rápidamente deseché esta idea: Era porqué no podía “comunicarme” con el mundo. Todos mis “amigos” virtuales estaban lejos, no sabía lo que estaba pasando en Facebook, al esperar no podía revisar mis estados, no podía publicar nada en Twitter, no podía subir ninguna foto a Instragram… todo era realmente aterrador y realmente estúpido al mismo tiempo.

Llegamos a mi casa y casi me tiré de cabeza a revisar mis redes sociales al computador y mientras lo hacía, y la angustia comenzaba a irse, me di cuenta que si había un problema y que todos estos años de bromas y con mis amigos sobre el uso continuo del celular no eran solo broma  sino que algo realmente más serio que se escondía por debajo.

En la noche le pedí a mi madre que me prestará un teléfono de muy baja gama que ella tenía (sin conectividad) para estar al menos con la posibilidad de poder llamar o recibir llamadas por el día siguiente (no quería correr riesgos con mi equipo y prefería que pasara dos días en arroz en vez de solo uno) y luego de programar a duras penas la alarma y para nada tranquilo traté de irme a dormir, lo cual confieso me costó bastante.

A la mañana siguiente intentando apagar esa extraña alarma que sonaba recordé que estaba con un celular “normal” y no el pobre otro, lo cual fue una sensación muy extraña nuevamente. Lo miré dentro de su “ataúd” de arroz esperando que aún estuviera allí y salí a ese cruel mundo sin internet móvil.

Extrañamente, de apoco en el transcurso del día, me fui sintiendo cada vez mejor: Nadie me enviaría correos, no tendría que silenciar ningún grupo de WhatsApp si se volvía muy ruidoso, nadie me llamaría al estar con un equipo con un número distinto, realmente era casi algo “Zen” estaba casi totalmente desconectado; por primera vez en una ciudad en casi 4 años estaba sin internet móvil a mi alcance y me sentía bien…realmente bien.

Eso fue así hasta tener una comida y querer compartirla con el mundo para recordar que no podía y hacer que esa extraña angustia nuevamente volviera. Estaba luchando conmigo mismo por un maldito pedazo de plástico, soberano idiota. Si, eso pensaba ¿Como vas a estar preocupado por esto? Y fue ahí, en ese preciso momento cuando noté que no estaba solo en esto.

Empecé a mirar a mi alrededor y casi no había mesa que no tuviera a alguien con su celular en la mano (o todos los de la mesa al mismo tiempo) era extraño, era casi algo alienante: Yo era el raro, no el resto, yo era el que no tenía internet, no el resto, yo era aquel personaje que no encajaba ahí… Eso no podía estar bien… ¿O sí?

Esto de verdad me hizo reflexionar de a que punto nos encontrábamos inmersos en nuestro “pequeño mundo digital” tantos de nosotros y como las cosas habían cambiado con tanta rapidez. Hace 5 años era casi un lujo el tener internet móvil en el equipo. Hoy podemos no tener minutos para llamar pero la conectividad no puede estar ausente y para todos (casi) es normal, totalmente normal ver un bus donde todos estemos mirando nuestras pantallas en vez de la ventana. Si eso no es preocupante no se que lo podría ser.

Solo miramos nuestra pantalla

Cuando al día siguiente recuperé mi Smarthphone, el cual por obra y gracias de Steve Jobs no tenía más que una pequeña secuela de carácter estético nada más, me di cuenta que las cosas de a poco comenzaban a ser normales nuevamente y todos esos pensamientos de “liberación” que había tenido el día anterior se estaban esfumando casi por arte de magia: Otra vez estaba de vuelta en la “normalidad” y era cómoda, increíblemente cómoda.

Ahí fue cuando me dije: Tengo que escribir algo al respecto, tengo que al menos poder contar mi historia y si a solo una persona le sirve para pensar habré podido cumplir mi cometido. Ese pensamiento nos lleva a este momento donde mis dedos tocan estas teclas y todo este relato está tomando forma: La adicción a la Smarthphones es real, es totalmente común y no es una broma.

¿Como se si soy un adicto?

Ahora, esta puede ser la parte más complicada de todo por tres motivos principales: 1) Es algo que vemos a diario y adoptamos como totalmente común, 2) A nadie les es fácil asumir que se es un adicto y 3) No es algo que nos tomamos en serio.

Quizás a primera vista no nos parezca un problema “Ok, ocupo mucho mi celular ¿Y qué? eso no me está causando ningún problema” ese podría ser nuestro pensamiento porqué también fue el mio una vez, ¿Pero que pasaría si en verdad nos estuviera trayendo problemas que no hemos logrado vislumbrar a primera vista?.

Vamos a los hechos. ¿Qué se considera como adicto? De acuerdo a un estudio realizado por Flurry Analytics nos indica que un usuario promedio abre menos de 16 veces una aplicación por día (ya sean distintas o la misma varias veces) un super usuario entre 16 a 60 veces por día y un adicto más de 60 veces por día. (Y esta cifra de 2013 a 2014 a crecido un 123%)

Ahora, con esta información en mano, y ya sabiendo si somos adictos o no, veamos algunos datos más que nos puedan ayudar a entender este fenómeno un poco más a fondo.

Gráfica de adictos

Como menciona el sitio 2ominutos.es , en EEUU 6 de cada 10 adultos tienen un Smarthphone según información del mes de enero de Pew Reserch Center, esto sumado al rol cada vez más importante que juega en la vida los dispositivos como la interacción social y se ha convertido en la principal fuente de acceso a la red para los usuarios lo cual a derivado en situaciones obsesivas de dependencia.

El mismo sitio menciona que una encuesta llevada a cabo en 2012 por la empresa de seguridad tecnológica Lookout reveló que el 58% de los usuarios no podía pasar más de 1 hora sin mirar su celular mientras que el 73% admitió sentir verdadero pánico al no saber donde se encontraba su Smarthphone. En ambos casos, esto es más de la mitad de los usuarios.

Como ya se ha vuelto un problema de alcance global, logrando afectar a millones de usuario en todos el mundo, se ha bautizado a toda esa angustia o miedo de no poder utilizar nuestro dispositivo como Nomofobia (Del inglés No-Mobile-Phone-Phobia o Fobia-A-No-Tener-El-Celular).

El sitio Urbano.cl respecto a este problema señala las palabras de Jaime Santander, psiquiatra del departamento de salud mental de la clínica UC San Carlos de Apoquindo “La fuerte dependencia que produce la tecnología de las comunicaciones está generando crecientes cuadros de estrés y trastornos del sueño entre otras cosas”.

Sabemos que no tener el teléfono cerca causa angustia en los dependientes… ¿Pero por qué? A raíz de esto, el mismo médico señala “Al igual que otras conductas adictivas, como la ludopatía (adicción a los juegos de azar), las situaciones que pueden aleatoriamente entregar satisfacción o no, tienden a producir la perpetuación de la conducta de espera y búsqueda de refuerzo que en este caso, es un nuevo mensaje, llamada, etc”.

Otra especialista, la psicóloga Mónica Steinberg comenta que “Se ha descrito la gran cantidad de tiempo que pasamos actualmente en internet, mayormente en redes sociales, creando la ilusión de estar conectados al mundo, cerca de las personas y de todos nuestros contactos, casi como una gran familia, por lo que desapegarse o dejar de pertenecer a ese grupo resulta inadmisible”

Incluso nos llega a dar seguridad y placer tener el celular en la mano porqué sentimos que tenemos el control “Podemos a llamar a quien desee  y también contestar a quien desee” concluye Steinberg.

¿Que problemas me puede causar la nomofobia?

Ok, soy adicto ¿Y qué?… quizás esto es lo más recurrente que uno puede escuchar en su cabeza de parte de uno mismo al leer esto (es lo que yo haría). Si porqué, osea, no es como si estuviera metido en cocaína o fuera a gastar todo mi sueldo al casino sin hacer nada al respecto, solo estoy en mi mundo con mi celular a toda hora, No le hago daño a nadie, ¿Verdad?. No es tan así, sin nos dañamos a nosotros mismos y al resto con quienes convivimos. Para que nos quede un poquito más claro, veamos un video de la realizadora audiovisual Charlene deGuzman llamado “I Forgot my phone” (Olvidé mi celular).

El primer inconveniente de estar “pegados” al celular es tener que convivir diariamente con gente que no está “pegada” al suyo. Esa desagradable sensación de que al estar conversando con alguien y levantar la mirada ver que no nos está prestando atención en absoluto solo a su pequeña pantalla y que más encima nos digan “pero si te estaba escuchando”, “puedo hacer dos cosas al mismo tiempo” o “habla no más si te oigo” es molesto y mucho, independiente de lo que nos digan (he estado en ambos lados de la moneda aquí).

De hecho, esto llegó a ser tanto grande a nivel mundial que un chico de Australia comenzó el año pasado una campaña para detener el phubbing, nombre que se le ha dado a la acción de molestar a alguien en un entorno social al estar mirando nuestro celular en vez de estar prestando atención, la cual ya ha sumado miles de seguidores llamando a la gente a leer los problemas sociales que acarrea esto, a poner carteles en negocios para dejen de hacerlo e incluso enviarle un e-mail a los “fubiadores” que conocemos para darles un llamado de atención.

El acto de hacer phubbing provoca una molestia y rechazo social de parte de quienes no lo son y es aquí cuando comienzan las comentarios de “ya, guarda tu teléfono” “siempre estás con eso ahí” “ya pues, si viniste con nosotros no con tu celular” y algo que podríamos tomarnos con humor al principio, realmente le está molestando a la persona o al grupo que tenemos frente a nosotros; eso de por si ya es una llamado de atención de que estamos haciendo mal las cosas.

Ahora, una tema es con los amigos pero otra es con la pareja donde el todo se vuelve más delicado aún. Al igual que con los amigos, nuestra novia o novio más de alguna vez nos tiene que haber llamado la atención por estar prestándole más atención a nuestro smarthphone que a ellos y luego de las advertencias vienen las amenazas a hacer desaparecer nuestro pequeño dispositivo por las aguas de algún río.

Si, puede parecer broma y quizás al principio lo es, pero luego se vuelve tedioso el estar recordándonos a cada rato que dejemos nuestro celular por más de 10 minutos en el bolsillo e incluso puede ser objeto de peleas o problemas de interacción social como le sucedió a Kevin Holesh a finales de 2013.

87% de los adolescentes prefieren comunicarse por mensaje en vez de cara cara

Cuenta que él y su prometida se mudaron a vivir juntos luego de una relación de 8 años, lamentablemente para ellos este paso tan importante para ambos no salio como esperaban, por culpa de sus teléfonos.

“Yo me pasaba todo el rato en Twitter y ella en Instragram, siempre mirando fotografías. No es que nos distanciáramos pero cada vez estábamos más y más distraídos. Y aquí el iPhone tenía gran parte de la culpa, se estaba entrometiendo a nuestra vida en común”.

A raíz de esto Kevin, que es un desarrollador de software de 45 años, creó una aplicación llamada Moment que registra todo el tiempo que utilizamos nuestro equipo para comenzar a tomar conciencia y fijar límites de uso con él. Holesh menciona que aunque ninguno de los dos a logrado erradicar su adicción, si logró bajar a la mitad el tiempo promedio que pasaba con su celular llegando a solo 40 minutos por día pudiendo hacer más actividades sin estar dependiendo de la conectividad de su teléfono.

Ok, soy un adicto y quiero empezar a cambiar ¿Que hago ahora?

Creo que esta fue la frase que me llevó a escribir todo esto en primer lugar. Ok, soy adicto, ya lo descubrí pero ¿Ahora que hago? ¿Como puedo solucionar esto? Lo primero es ver a que grado lo somos. Si ya estamos en el punto que no puede pasar ni un minuto sin que busquemos en nuestro bolsillo por nuestro celular recomiendo encarecidamente ir a visitar un especialista porqué puede comenzar a hacer más difícil nuestro diario vivir, pero si aún pensamos que estamos en cierto nivel de control tratemos de comenzar a utilizarlo menos de a poco.

Existen aplicaciones (aunque suene irónico) que nos pueden ayudar a manejar este problema y como nos sentimos cómodos frente a ellas quizás hasta puedan ser un buen punto de partida. Entre ellas encontramos a MOMENT (la cual describimos más arriba) que nos permite ver cuanto tiempo llevamos utilizando el dispositivo en el día para formar conciencia de ello y además poner límites de uso; el inconveniente aquí es que solo está disponible para iPhone.

¿Que hago si tengo Android? Existen también varias alternativas como  que puntúa tu grado de adicción con tablas y gráficos para hacer notar cuanto tiempo pasamos pegados a él, que nos permite bloquear aplicaciones por cierto tiempo y evitar que nos lleguen notificaciones por momento determinados (disponible solo por invitación que se se solicita al decargar la App) y que a través del envió de datos a una base de datos te entrega información acerca de cuanto tiempo has pasado con el Teléfono, cuanto tiempo te has perdido o incluso ver la información sobre que aplicación utilizas más y cuanto tiempo pasas con ella.

Otro tema muy importante en la rehabilitación son los amigos y familia, en la cual debemos confiar y hablarles de nuestro problema. Quizás al principio lo tomen un poco a broma pero tenemos que hacer énfasis en que de verdad es un mal hábito que queremos cambiar y así nos puedan ayudar cuando surjan las situaciones que causan molestia.

Aplicación Moment

¿Como nos pueden ayudar? Entregando nuestro celular durante al menos una hora a ellos cuando estamos en una fiesta o reunión social, pidiéndoles que en verdad nos llamen la atención cuando estemos conversando con ellos y al mismo tiempo con el teléfono frente a ellos y no que solo nos tiren alguna broma respecto al tema. También es importante que ellos estén sin un celular en estos casos, sino sería como estar haciendo dieta y que todos a nuestro alrededor comieran Pizza; una verdadera tortura.

Finalmente y para nada menos importante estamos nosotros mismos, partiendo porqué depende de nosotros aceptar que tenemos un problema y que realmente nuestro querido celular se está robando una parte de nuestras vidas mientras nos hacemos cada vez más y más dependientes de él.

Luego de aceptarlo comienza esa fase de buscar ayuda, en amigos o especialistas dependiendo de cuando grave sea el caso, y gran parte del proceso será poner a prueba nuestra propia fuerza de voluntad. Aquí hay algunos consejos que deberíamos seguir para lograr apartarnos un poco del vicio:

1) No saquemos nuestro equipo en cuanto sintamos que este vibra por un mensaje: A menos que estemos esperando algo del ámbito laboral o académico cuando nos llegue una notificación esperemos un rato, aunque sean 5 minutos, esto sirve por un lado para identificar el grado de ansiedad al no poder revisar algo de inmediato y por otro para de a poco comenzar a hacer más grandes esos tiempo de esperar y lograr manejar el estrés.

2) Nada de teléfono durante las comidas: ¡Es que quiero fotografiar que voy a comer¡ ¡Necesito marcar donde estoy! ¡Justo un amigo me tenía que escribir! Todo eso puede esperar. Prueba apagar tu equipo durante las comidas, en especial si son con más personas o en último caso desconecta la internet móvil de tu celular para que solo puedas recibir llamadas pero no notificaciones.

3) Los momentos especiales pueden quedar grabados en tu memoria: Esa hermosa puesta de sol, la salida al parque con la/el novi@, el asado de fin de mes… deja que por una vez otros se dediquen a sacar las fotografías y a ocupar redes sociales; tu preocupa de sociabilizar (pero de verdad) y disfrutar nuestro entorno como lo hacíamos en los antiguos tiempo: solo con nuestros ojos y grabando todo en la memoria.

4) Usa reloj: Este item casi perdido en la actualidad es excelente para alejarnos de nuestro equipo. Muchas veces que terminamos revisando nuestro celular era solo para ver la hora, pero luego ingresamos a alguna aplicación casi por instinto. Desempolva el antiguo compañero o ve por uno a la tienda (hay modelos a muy bajo precio) así, cuando desees ver que hora es no buscarás la respuesta en tu bolsillo sino que en tu muñeca.

5) Solo ingresa a una aplicación cuanto recibas una notificación: Quizás cuantas veces hemos ingresado a Facebook o Twitter solo para ver que hay ahí, incluso pasearnos por el menú de aplicaciones sin siquiera querer abrir una, solo para “mirarla” un rato. Evita esos “paseos” por las redes sociales e ingresa solo cuando recibas algo.

6) Deja el teléfono en casa: Un fin de semana, saldrás con amigos o con tu novi@, ninguna llamada urgente que estés esperando y la bolsa de comercio está cerrada: Deja el celular en casa. Puede que al comienzo te asuste la idea pero ya veras como puede ser incluso un alivio el saber que también puedes conversar sin un celular en la mano. De igual manera esta es una excelente forma de medir tu grado de ansiedad al no estar con tu equipo en el bolsillo.

7) Revisa tu correo 3 veces al día: Cuando trabajas con tu celular (y cuando no) es común revisar una gran cantidad de correos al día muchos de los cuales (o casi todos) no son urgentes para nada. Si tu trabajo no depende de que contestes algo en 5 minutos luego de recibirlo, prueba apagar la actualización automática de los e-mails y solo velos 3 veces por día. Puede que te piquen los dedos por hacerlo pero te sorprenderá la cantidad de tiempo que lograrás ahorrar de esta forma.

8) Haz cosas que te logren desconectar de tu celular: Juega fútbol, sal a andar en bicicleta, pasa horas frente a un videojuego… no importa lo que hagas mientras te logres sacar de la cabeza durante un par de horas el celular de las manos. De esta forma te logras dar cuenta que no pasa nada si no lo vez durante un buen tiempo y lo puedes pasar igual de bien.

Llevo un tiempo siguiendo estos consejos que yo mismo me prometí lograr y en solo días ya he notado cambios, tanto en mi ansiedad como en la forma de relacionarme con el resto. Cuesta y en algunos casos bastante pero todo lo que uno recibe a cambio vale con creces el esfuerzo. Al principio puede que sea complejo alejarnos de este pequeño aparato que tan importante parece ser para nuestras vidas, pero entre más nos distanciemos de él más tiempo quedará para vivir nuestra verdadera vida (y no la digital). Sea un hermoso día de sol o una lluviosa tarde, vayan a la universidad o al trabajo, sea día laboral o fin de semana recuerden siempre que el celular es solo una herramienta de comunicación, una de decenas que existen, y que su lugar principal está en nuestro bolsillo o escritorio, no en nuestra mano.

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2 comments

  1. comparto tu adicción por estar conectado, pero dejo de lado el smartphone cuando estoy con un pc al frente.

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